HUACACHINA, UN OASIS EN PERÚ

MICROPOST # 2: la conquista del desierto.

Una lagunita con palmeras rodeada de gigantescas dunas. Huacachina es, realmente, un oasis en medio del Perú, no sólo porque físicamente es como en los dibujitos animados un lugar donde el viajero descansa de tanto desierto, sino porque también descansa de tanta historia, de tanto pasado. Es que viajar por Perú es, sin lugar a dudas, conectarse con el pasado, remontarse a los tiempos de la conquista o a las grandes civilizaciones como los Incas. Con todos esos nombres y fechas y referencias uno llega aquí y se produce un quiebre, porque la conexión con Huacachina es natural, simple, directa: hombre-desierto-oasis. Y esto representa un reconfortante descanso que hace que muchos mochileros deambulen por sus calles varios días. Y si quedarse en Huacachina funciona como un alto entre tanta historia y cultura, hacer la excursión al desierto sería como el 'permitido' de la dieta mochilera: 100% adrenalina y diversión.
Te pasan a buscar unas dos horas antes del atardecer con un buggy destartalado. Toda agencia tiene el propio que sólo tienen en común la estructura tubular, luego cada uno le da la terminación que más le guste, lo que, por momentos, hace que el viajero se sienta como en Mad Max. Apenas la primera rueda pisa la arena comienza la aventura.  Como si fuera una montaña rusa encara subidas imposibles, bajadas abruptas, va de costado, acelera, colea; y uno no puede evitar reírse a carcajadas mientras se sujeta fuerte para no caerse (aquí sí no hay que olvidar nunca ponerse el cinturón de seguridad). Luego se detiene y viene la otra parte del paseo: el sandboard. No hace falta ningún conocimiento previo, es simplemente dejarse deslizar y no tener miedo a rodar por la arena. Después el buggy sigue trepando y haciendo piruetas y uno se va tirando cada vez de más alto, ahora de cabeza, lo que lo hace más vertiginoso, más divertido.
El viaje termina en la cresta de una duna obsevando el atardecer en el desierto. Hay tiempo para las fotografías y las charlas. Con los últimos rayos de sol te dejan en tu hotel, relleto de arena de pies a cabeza y feliz como un niño.

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