VEO VEO*: UNA CALLE (EL VIAJAR EN TIEMPOS DE GOOGLE)



  
 


   Pajes del corro 61, Sevilla. Estaba en quinto grado y esa dirección, esa calle, fue el disparador para imaginar por primera vez cómo sería otro país. Pajes del corro 61, Sevilla, me lo acuerdo perfecto, la que se iba era una compañera que se llamaba Mariana, se iba por cuestiones laborales del padre y nos repartió a todos los del grado un papelito (escrito a mano, obvio, en una hoja cuadriculada) con esa dirección para que le escribamos. A Sevilla, no a Madrid ni Barcelona. Me quedé pensando todo el día cómo sería ese lugar: decidí que sería una calle en curva, una vereda finita y una puerta de hierro negro pero vidriada en la entrada a un edificio viejo, y a la izquierda, en la pared, un timbre con el papelito abajo “Pajes del corro 61” escrito a mano. A los 10 años me lo imaginaba así y no tenía con qué contrastarlo porque no existía internet ni nada que se le parezca. Aún hoy me lo imagino así porque elegí resguardarlo de mi impulso a  googlear todo lo que no conozco, y cuando finalmente logre ir a Sevilla, voy a buscar esa dirección para descubrir cómo era realmente y me traeré una fotografía paradito bajo el número, para cerrar el círculo. 

 
Descubrir Caerphilly, en Gales.
 


   Es que el manejo de la información viajera para mí ha sido siempre un tema contradictorio. Porque yo quiero saber todo y a la vez quiero sorprenderme, descubrir. Desde que Marco Polo y Rustichello de Pisa publicaron sus crónicas de viajes hasta el día de hoy existe cada vez más y más material sobre los destinos más recónditos del planeta. Y yo soy un gran consumidor de ello, leo novelas, guías de viajes, miro documentales, videos de youtube, relatos de bloggeros, foros… Pero cuando llego al destino, no sólo quiero ver esas cosas de las que averigüé sino que también quiero encontrar algo nuevo, algo sobre lo que no sé nada. Y ahí internet me la hace bien difícil. El maldito google todopoderoso, con sus imágenes, maps, blogger, street view y hasta el traductor, todos juntos y en una misma ventana; y yo trato de resistir. Pero que en cuestión de segundos puedas ver fotos de lugares que no sabías ni que existían, y en seguida encuentres relatos de alguien que estuvo ahí y te lo cuenta es algo impresionante. El tema es que una herramienta tan interesante como google en manos de un tipo ansioso como yo puede ser un arma letal. Y yo te busco todo, desde los lugares más lindos para visitar, hasta el barrio dónde alojarme, cómo viajo desde el aeropuerto al hostel, qué tipo de enchufe necesito para ese país, a qué hora me conviene ir a tal lugar, en fin, todo. Y si bien yo lo vivo como una manera de viajar o de empezar a viajar, tanta información, tanto itinerario le acota el margen a la sorpresa. Llego con demasiadas cosas conocidas de antemano. Y, sin embargo, después, al rememorar el viaje me doy cuenta de que lo que más valoro, lo que más me gusta contar, son siempre esos lugares o cosas que conocí de casualidad y de los que no tenía referencia alguna. Una playa, un museo, una esquina, una callecita perdida. Eso hizo que, cada vez más, vaya dejando algunos espacios en blanco en la planificación, a propósito, para llenarlos en vivo.

 
Encontrar un yacaré de mascota en pleno Florianópolis


    Por eso hoy que la consigna es hablar de una calle no quiero hablar ni de la más ancha, ni la más rara, ni la más corta que haya conocido. Hoy quiero hablar de la que no conozco, aún con todas las posibilidades que da internet hoy en día, no la conozco, no sé nada sobre ella. Eso para mí es importantísimo, quiero tomar  a Pajes del corro como símbolo de mi lucha por no anticiparme, por mantener a raya a los buscadores de internet. Es más, después de leer el otro día una muy linda nota de Magia en el camino sobre los mapas (que podés leer acá), estoy convencido de que el peligro tecnológico es aún mayor. No hay que dejar que las modernas superaplicaciones para celulares ni los gps reemplacen la pregunta al lugareño, al mapa marcado con birome, menos aún al croquis hecho en un cuaderno, o que saquen una foto del cajón para mostrarte un lugar imperdible. Porque todas esas situaciones son grandes comienzos para pequeñas charlas, y esas conversaciones mínimas son de los mejores recuerdos que te podés traer. ¡La cantidad de viejitos piolas, nenes divertidos, lenguajes de señas inventados, atajos de lugareños, o amigos de viaje momentáneos, que te podés perder sólo por tener el último garmin bien actualizado!

 
Llegar por equivocación a Minori, Italia.


    Pajes del corro sigue siendo un misterio para mí. Ni siquiera sé ubicar a ciencia cierta a Sevilla en un mapa de España, y me gusta que así sea, es como mantener la sorpresa. Esa calle se convirtió en un símbolo para mí, un recordatorio de que lo importante no es saberlo todo, sino tener la curiosidad para hacer las preguntas.

Perderme en algún pueblito peruano

*¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego, una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos. Es viajar con los sentidos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo dinámicas creativas en Facebook.
    Te invito a pasear por más calles de la mano del resto de los participantes de los #VEOVEO:
Un mundo pequeño, Caminando por el globo, Caminomundos, Streets Like jungle, Titin Round The World, Marcando el polo, Hey hey world, Rumbeando por ahí, Días nómade, Me fui a la goma, Facundo en el mundo, Tentación creativa, la zapatilla, con los pies por la tierra,latinamericando,
 Mi vida en una mochila los viajes de la nena, viajando con un casio azul.

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